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lunes, 21 de enero de 2008

Avertencia: Ten en cuenta que no hay trampas

Antonio, padre de Roberto, un niño de 8 años, sale conduciendo desde su casa en Santiago y se dirige rumbo a Viña del Mar. Roberto, va con él. En el camino se produce un terrible accidente.



Un camión, que venía de frente, se sale de su sector de la autopista y embiste de frente al auto de Antonio. El impacto mata instantáneamente a Antonio, pero Roberto sigue con vida.



Una ambulancia de Viña del Mar llega casi de inmediato, advertida por quienes fueron ocasionales testigos, y el niño es trasladado al hospital. No bien llega, los médicos de guardia comienzan a tratar al niño con mucha dedicación pero, luego de intercambiar opiniones y estabilizarle las condiciones vitales, deciden que no pueden resolver el problema de Roberto. Necesitan consultar.



Además, advierten el riesgo de trasladar al niño y, por eso, deciden dejarlo internado allí, en Viña del Mar. Luego de las consultas pertinentes, se comunican con el Hospital de Niños de Santiago y finalmente conversan con una eminencia en el tema a quien ponen en autos de lo ocurrido.



Como todos concuerdan que lo mejor es dejar a Roberto en Viña del Mar, la eminencia decide viajar directamente desde Santiago hacia allá. Y lo hace. Los médicos del lugar le presentan el caso y esperan ansiosos su opinión. Finalmente, uno de ellos es el primero en hablar: '¿Está usted en condiciones de tratar al niño?',pregunta con un hilo de voz. Y obtiene la siguiente respuesta: - '¡Cómo no lo voy a tratar si es mi hijo!'. Bien, hasta aquí, la historia.



Está en ti el tratar de pensar una manera de que tenga sentido. Como no compartimos la habitación, o donde sea que estés, te insisto en que no hay trampas, no hay nada oculto. Y antes de que leas la solución, quiero agregar algunos datos: a) Antonio no es el padrastro. b) Antonio no es cura. Ahora sí, te dejo en compañía de tu imaginación. Eso sí, te sugiero que leas otra vez la descripción del problema y, creeme, es muy, muy sencillo.





- Solución Lo notable de este problema es lo sencillo de la respuesta.


Peor aún: no bien la leas, si es que no pudiste resolverlo, te vas a dar la cabeza contra la pared pensando, ¿cómo puede ser posible que no se me hubiera ocurrido?



La solución es que la eminencia de la que se habla, es la madre. Este punto es clave en toda la discusión del problema. Como se advierte (si quieres vuelve y relee todo), nunca se hace mención al sexo de la eminencia. En ninguna parte. Pero nosotros tenemos tan internalizado que las eminencias tienen que ser hombres que no podemos pensarla mujer.



Y esto va mucho más allá de que puestos ante la disyuntiva explícita de decidir si una eminencia puede o no puede ser una mujer, creo que ninguno de nosotros dudaría en aceptar la posibilidad tanto en una mujer como en un hombre.


Sin embargo, en este caso, falla. No siempre se obtiene esa respuesta. Más aún: hay muchas mujeres que no pueden resolver el problema y cuando conocen la solución se sienten atrapadas por la misma conducta machista que condenan.



En fin, creo que es un ejercicio muy interesante para testear nuestras propias complicaciones y laberintos internos.

1 comentario:

Clara dijo...

Pués yo como la gran mayoría (me atrevería a decir que el 99,99%) no pensé en la madre