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jueves, 25 de octubre de 2007

FELICES COINCIDENCIAS





El común de los mortales lo tiene complicado para encontrar momentos para el placer. El exceso de trabajo, las obligaciones, la familia y los atascos dejan poco margen. Y cuando al fin hay un momento libre, el cansancio o las prisas pueden ganar la partida. Parece una tontería, pero, en algunos casos, encontrar el tiempo para el sexo es una odisea.

Cuando se es joven, los problemas para tener sexo son otros. Las hormonas y la impulsividad se prestan a la locura y los errores, algunos tan garrafales como los embarazos no deseados. «En esa época, me pasaba el día dispuesto y con hambre», dice un madurito nostálgico que siempre aprovechó la ocasión; un dato, por supuesto, imposible de confirmar.
Con el paso de los años, la cosa se vuelve más peluda y el tiempo empieza a perfilarse como un gran problema. Llegan las interminables jornadas de trabajo y los yogures dejan de aparecer en la nevera por arte de magia. El tiempo libre se distribuye entre el ocio y las aficiones, las amistades, los quehaceres domésticos y las obligaciones familiares. Cuando se empieza a vivir en pareja las responsabilidades, las preocupaciones y los compromisos se multiplican por dos. Y si llegan los hijos, el tiempo libre y todas las energías son para ellos. Los parques infantiles están muy concurridos, así que parece que el asunto compensa, pero ¡qué estrés! «Los niños están para comérselos, pero otras veces me arrepiento de no habérmelos comido antes», afirma una heroína de nuestros tiempos, una mujer trabajadora y madre.
¿Y el sexo?¿Cuándo? Nuestro ritmo de vida es peor que el bromuro. Los sexólogos aconsejan a los estresados amantes que fijen momentos protegidos para recuperar el erotismo. La salvación de la vida sexual a veces pasa por reservar horas al placer creativo y pausado.

DISRITMIAS. No todo el mundo tiene las mismas necesidades. Hay personas para las que tres veces a la semana está bien, y otros que, como los futboleros, con una alegría semanal ya tienen para ir tirando. Cuando las frecuencias deseadas no coinciden en de la pareja, auguramos mal rollito. La baja frecuencia sexual puede ser desastrosa y causar separaciones, infidelidades o depresiones.
Otra cosa es que haya ganas al mismo tiempo. Un estudio desvela que, nada más despertarse, el 39% de los canarios prefiere tener sexo antes que desayunar. Y hasta pocos son, teniendo en cuenta que los varones tienden a erguirse antes de poner un pie en el suelo. Circunstancia aprovechada por las más listas.
Así las cosas, parece que los momentos previos al descanso y al despertar son los más socorridos. Hay quienes corren otra suerte. «A mí me despierta a las 5 de la mañana. Estoy dormida. No me entero de nada», se queja una mujer ojerosa y feliz en uno de nuestros sondeos realizados, como siempre, en las inmediaciones. Al menos, el muchacho da sorpresas. Algo a tener en cuenta, ya que los expertos advierten de que creer que, tras un día de trabajo, se va llegar a la cama y el deseo se va a generar de forma espontánea es una locura que puede llegar a convertir el sexo en algo rutinario y matemático.
Se dice que para mantener vivo el deseo hace falta cierta distancia en la pareja. La pasión y la excitación están ligadas a la incertidumbre, algo que se pierde con la estabilidad. En conclusión; o dejamos el sexo para los momentos más inesperados y disfrutamos de la feliz coincidencia de dos personas cruzando el puente que los separa, o lo mejor es planificar esos encuentros para cargarlos de emoción y creatividad. Aunque, cuando el amor, llega así, de esa manera, no hay fecha ni calendario. Pero no se despisten, según los sexólogos, eso sólo dura los tres primeros años de relación. Luego, la cosa decae. Así que ojito con el maldito tiempo, que, para colmo, pasa y nos hace más viejos.

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